abril 29, 2011

Desde el altillo...

Es de madrugada. Miro por la ventana del altillo de mi casa e imagino historias que pueden estar sucediendo en los lejanos apartamentos cuya luz se distingue entre la niebla nocturna. Pero tal vez, desde aquella ventana también me están observando e imaginando qué hago a estas horas de la madrugada. Nadie puede entender que es la mejor hora para escribir. En la soledad de un pequeño altillo, atiborrado de libros, fotos y documentos, se siente que afuera pasa la noche...Pronto amanecerá. La luz traerá de nuevo vida a este apartado barrio montevideano y yo me iré a dormir. No resisto la luz del sol. Me he pasado la vida en redacciones de diarios, escribiendo, impregnado del humo de cigarrillos y el sonido monocorde de extraños compañeros, acoplados a los de las máquinas que emergían de la planta baja.
Pero hoy estoy abriendo este novísmo blog donde quiero conectarme con otros noctámbulos, viejos bebedores de conocimientos y buen whisky, aunque mi hígado ya me ha dicho basta y deba conformarme con echarle un poco solo en las fiestas navideñas y de año nuevo. No puedo competir con el alcohol, ya lo intenté con el cigarrillo y me ha dejado la tos que, maldita sea, recrudece en cada otoño y se instala en el invierno, solo para dejarme respirar algo de aire limpio, en los secos veranos.
No me meteré a opinar de cosas que no me gustan, así que no me escriban aquellos que quieran hablar de ovnis, ni de vampiros, religión o política. No me interesa. Todo tiene un porqué, pero yo no le sé todo y creo que de muchas cosas, mejor es no saberlo, así que dejemos el mundo como se destruye día a día y construyamos el arca que nos puede salvar...no sé para qué, total todo tiene su fin y todavía no le encontraron la cura.
Afuera, por la calle se siente la gente que ha madrugado y que corre a tomar el ómnibus que los llevará a sus respectivos trabajos, jaulas que los mantendrán prisioneros por 8 horas diarias durante cuarenta años de sus vidas, trabajando para que otros viajen por distintos países y se encamen con las mejores mujeres. El premio que les espera es una magra jubilación pagada por un estado que no le conoce ni le quiere y tampoco le da lo que a ese tipo que ahora corre hacia su oficina, le ha estado sacando de su bolsillo en impuestos y en ahorros en esos cuarenta años, para pagarle su propio retiro.
Ya siento el jolgorio de los primeros pájaros en los árboles vecinos. Amanece y el cansancio me gana, además de un dolor agudo que me corre hacia la mano derecha por esforzarla con el mouse. Ya me lo dijo el médico que no abusara, pero la máquina tiene ese artefacto y hay que usarlo.
Buscaré otra opinión médica o tal vez encuentre por internet alguna receta que me ayude a paliar ese malestar.
De afuera viene el sonido monocorde de los motores de automóviles y ómnibus como despertados con urgencia porque se les vino otro día arriba y los tomó por sorpresa.
Por hoy, no escribo más. Mañana de madrugada, volveré a mi solitario altillo, prenderé una estufa a gas porque ya las noches han dejado de ser veraniegas y el frío cala mis huesos rápidamente, y me zambulliré an alguna historia imaginada...

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